miércoles, 6 de marzo de 2024

Ábreme los ojos

Ábreme los ojos y cierra de una vez el alma enfadada.

Muta el desasosiego y déjame ver el rilar de la luna sobre la mar reflejado en tus pardas pupilas.

Ábreme los ojos y enséñame a mirar el otro lado de las cosas. Las que no son aburridas. Las que sólo se repiten un instante.

Camina por fin, rozando la palma de mis manos, mientras la fina arena busca acomodo en nuestros pies.

Ríndeme a la evidencia y la necesidad.

No dejes que sea raíz de laurel asustado. Ni me fuerces a huir de nuevo.

                                    

 Paciencia es tu virtud, para esperar el momento, que parece no querer terminar de llegar.

La parca ronda y jugueteamos con la incierta oportunidad.


lunes, 1 de enero de 2024

Incipit vita nova

Eso creemos, pero en realidad es mentira. Hay mucho de mentira en algunas de las cosas que escuchas y dices estos días.

El cinismo y las miserias de las relaciones humanas se disfrazan de buenismo, bajo un manto de cordialidad. Pero en contadas ocasiones es verdadero.

El brillo de las lucecitas de colores no consiguen hacer palidecer a la envidia y al egoísmo. Te toca la familia que te toca y con eso te tienes que aguantar.

Pero valen infinitamente más los abrazos con cariño, del de verdad, del que se hace desde el corazón, que la obligación de apreciar a los que comparten genes.

Son valiosos diamantes de cariño, las sonrisas y los apretones de manos de esas almas amigas, las que te sacan una sonrisa cuando se te ha encogido el corazón por no tener a nadie de tu sangre al que te apetezca felicitar al inicio del año.

Si me entristece constatar que ya no tengo más lazo familiar con el que poder contar o confiar,  la culpa es sólo de quien de tanto perdonar y dar otra oportunidad, ha perdido la cuenta. Quizás porque no quiera darme cuenta que la realidad es la realidad, aunque me de perfecta cuenta de lo evidente.

Da igual el 31 ó el 7, da igual julio que diciembre. El vacío es el mismo. La decepción no es nueva.

Cansada de tender puentes, que se lleva un día si y otro también, la misma cantinela del río.

Y a pesar de los pesares, de que ya se fue hace tiempo quien leía en mi mirada lo que mi alma pensaba por rara que fuera, a pesar, hay abrazos que reconfortan de ese vértigo infinito.


Hay miradas de estrellas imperfectas, que aunque sean somnolientas, fijan sus ojos en tus ojos y te devuelven la ternura. Y la confianza, confianza en que aún te quedan muchas ganas de seguir adelante. De dar, una vez más, un poco más de ti sin esperar nada a cambio. Como siempre ha sido.

Sólo una caricia en el rostro y se frena el otro río, ese que no brota entre los párpados, pero que sigue fluyendo constante.

Sólo una sonrisa al despertar. Otro suspiro y a seguir hacia delante. Porque todo comienza de nuevo, cada día, en cada respiración.

lunes, 25 de septiembre de 2023

Por la calma que transmites.

Si creyera en algo, debería dar las gracias. En mayúsculas, SIEMPRE.

Cuando vuelvo la vista atrás y hago un recorrido de mi vida. Cuando pienso de donde vengo y hasta donde he llegado.

Cuando pienso en mis orígenes y en todos los esfuerzos que hicieron para que fuera la mujer en la que me he convertido, manteniendo la visión de la niña imaginativa de siempre. La forma en que me educaron, las vivencias que moldearon mi carácter.

Todos los acontecimientos negativos y cómo los he ido afrontando. Como me ensañaron a no depender, de nada ni de nadie.

A no aferrarme, ni al pasado ni a sueños estériles.

Y en esas casualidades, en las que no creo, hicieron que me llamara el pasado. Algo que había intuido que alguna vez pasaría, como otras veces en mi vida, volvió a mi existencia con fuerza.

Gracias a ello, ha resurgido la necesidad. La imperiosa necesidad de volver a crear. De moldear lo que ronda mi mente, de dotar de expresiones, lo que brota de un corazón contenido y de una mente en constante ronroneo, de felina inquieta.

La inmensa suerte de volver a revivir, de ver con otros ojos a la misma gente que compartió los primeros años de mi rara existencia de mortal.

Me doy cuenta de la infinita suerte de seguir viva, de disfrutar del aire que nutre mis pulmones, que oxigena mi cerebro para que sigua bullendo, maquinando planes.

De disfrutar del placer de mirar las nubes y que pase el tiempo. De la suerte de estar conectada al mundo, mientras saboreas un té.


De los pequeños detalles de los que te quieren y te conocen, que arrancan una sonrisa mientras dejas fluir la vida, cualquier tarde de otoño.

Cuando te das cuenta que tu presencia sigue viva en el recuerdo de otros. Que de alguna forma, también formastes parte de su vida. Que alguna vez fuiste algo importante para alguien.

Que detrás de las caras y las sonrisas, hay una vida sorprendente. Que todos han tenido y tienen sus historias que contar, interesantes, enigmáticas.

Soy afortunada. Mucho. Porque he disfrutado y estoy dispuesta a seguir disfrutando. Y debo aprender a ser más agradecida. Y menos tímida para verbalizarlo.

Porque los demás pueden ver ahora mi cara divertida, la fase serena de mi vida. Esa que transmite calma.

lunes, 17 de julio de 2023

 De la necesidad y otras virtudes inconfesables.


En la era del hedonismo, del tedio de los deseos que inmediatamente han de ser satisfechos, de la insatisfacción por quererlo todo y no tener realmente nada.

Nacemos, hijos del deseo y nos convertimos en estrellas fugaces de una vida que pasa rápida ante nuestros ojos. Nacemos de la necesidad de llenar vacíos de corazones esperanzados. Y nos dejan indefensos, ante un universo, en el que no hemos elegido vivir.

Afortunados los que vivimos intensos momentos de risas compartidas y de lujuria a escondidas en tardes de verano, en los que el sudor de la piel recorre la espalda y te hace estremecerte hasta el desmayo. 

Afortunados los que lloramos con intensa amargura por los dramas del primer mundo, porque así creemos valorar más las ínfimas parcelas de felicidad con las que nos conformamos. Migajas de placer, de posesiones materiales que en realidad no valen nada, si no se disfrutan, sin no se comparten.

Momentos de la luz que todo lo abrasa y lo ilumina, esa luz que nos saca de los sueños y nos arrastra a las pesadillas.



Afortunados los que aún tenemos anhelos de fundirnos en un mar que nos alegra, nos reconforta, pero no nos ahoga. Un mar que nos da energía para aguantar la inaguantable y perentoria obligatoriedad de seguir respirando.

Nos hace suspirar su recuerdo, cuando para otros es muro húmedo que los separa de su sueño y su esperanza.

Vida para unos, muertes para otros muchos.

Felices sólo con mirar profundo a los ojos. Y saber que no hay distancia que mate la ilusión de una vida mejor unidos.

Afortunados de saber que una sola caricia alegra el triste alma de quien no tiene más que la fuerza justa para seguir luchando.

Y nos aferramos al día a día, a resistir por resistir. Sin saber cuál es el sentido. Nos conformamos con la supervivencia.

Afortunados los que disfrutan cuando se sumergen en historias de otros, para matar el tiempo y no pensar en sus propias desgracias, porque al menos no piensan, no se autolesionan el alma.

Lo llaman vida. Para esto, amor, tu y yo tenemos otro nombre.





domingo, 22 de abril de 2018

Ha tocado a clamor en Pesquera

Esa tarde de lunes de abril, siguiendo a pie tu último viaje, mi incultura de urbanita que cree que todo lo sabe sobre la vida, aprendió otra lección más.

Gente que te conoció y te apreciaban, me contaron que habían mandado tocar a Clamor por tu partida, en tu pueblo de origen. Lo había oído muchas veces, pero desconocía que tuviera ese nombre.

También tañeron las campanas en el pueblo que te acogió durante tantos años.


                 


Y las puertas de donde tantas veces subiste a orar, se abrieron para ti.

                     

Dentro estábamos los que te éramos próximos. Todos los que podían aún andar, subieron a acompañarte. Hasta los que fueron tus "enemigos", los que jugaban las partidas de cartas en el único bar tarde tras tarde y tu familia.

Sentada en el primer banco, mi ojos iban de tu féretro cubierto de flores a la luz que entraba por la puerta, abierta de par en par sobre los campos verdes a rabiar bajo el sol de primavera.


La belleza de la tierra renaciendo tras el invierno acoge lo que la vida dejó de tu cuerpo. Entre viñedos y pinares está lo que la Parca llevaba mucho tiempo esperando a descomponer.

Ahora entiendo porqué amabas tanto esta tierra. 

Resististe como lo hacen los hombres duros de Castilla. En silencio, pero sin dejar de luchar por mantenerte.

Te fuiste muy despacito.

En esta tierra de vinos se cría algo mucho más valioso: hombres buenos. Como lo fuiste tú.

domingo, 27 de agosto de 2017

Hastío

¡Qué bien se está de vacaciones! 

Y cómo se disfrutan esos momentos en los que la prisa se hace a un lado y sólo queda tiempo para disfrutar del tiempo, para satisfacer la voluntad de hacer sólo lo que dicta tu voluntad.

Se paladea golosamente, aunque tenga estado perecedero. Aunque se sepa que es así.

Se archivan las sensaciones en el cajón de momentos a recordar toda la vida, sobre todo si se viven con intensa satisfacción interior.

Y se van. Más rápido de lo que siempre nos gustaría, sobre todo si han sido... un placer o un puñado de pequeños placeres.

Pero llega el momento del retorno a la "normalidad ". Y todo a tu alrededor se torna adverso, sobre todo si te ha sabido a poco.

Y así estoy yo (sin ti, como en la canción de Sabina, más triste que...), sumida en un profundo "no se muy bien como llamarlo", pero "como el perfume del desengaño" (ponle tú la música y los acordes).

Harta de los anuncios de la vuelta al cole y de los coleccionables absurdos de cada inicio del otoño.

Cansada de ir perdiendo día a día el tono moreno de mi piel (bicolor), conseguido a pulso contra los temidos radicales libres que amenazaban con ponerme escarlata.

Me disgusta que cada día haya un minuto menos de brillo solar. 

Me fastidia que cada vez falte menos para Navidad. 

Que otra vez haya que empezar. 

Que volvamos a las extra escolares y haya que ir con hora, con la lengua fuera, a todos los lados. 

Me incomoda tener que volver a sacar del armario los ropajes de colores acordes a la mustia estación.

Me asusta que vuelva el frío y con él, el temible dolor intenso de cada rincón de mis molidos huesos.

Me aterroriza que no haya alicientes ilusionantes en el día a día. Que sólo haya obligaciones de obligado cumplimiento.

Me aburren los programas del corazón donde se suceden hasta la saciedad las noticias de embarazos, nacimientos, separaciones conyugales, tórridos amores de pseudo famosos de medio pelo y disputas familiares de oscuros intereses monetarios. 

Me repugnan las noticias. Y los programas de entretenimiento para mentes vacías de criterios. 

Me producen indiferencia las películas en el que el argumento siempre es la eterna lucha de malos contra buenos, aunque sea con el amor de telón de fondo.

Y todo eso sin que el sonido del mar vaya mitigando mis torvos pensamientos.

Sin que pueda disponer de tiempo para liberar espacio de esta olla a presión que amenaza con explotar si no la libero a través de las palabras, que atropelladas buscan su lugar para darle sentido a todo esto.

Me produce una tremenda indolencia las conversaciones, mantener las buenas maneras y la compostura. 

Y me evado pensando en futuros destinos, en una huida hacia delante, donde no tenga que ocuparme de nada, salvo de sentir.

Como si eso fuera a liberarme de esta sensación que me estremece y donde ya casi nada me importa en exceso.

No sé si esto es lo que se denomina "síndrome post vacacional", pero me va a costar mucho mantener el tipo y que no se note en exceso que lo que siento hace meses es un profundo hastío vital.

Va a ser ... muy duro.


lunes, 7 de agosto de 2017

Chan eil fios agam ciamar a ghairm

Tu que naciste de mi incesante necesidad de crear. Y que de los, siempre pocos momentos compartidos, te fuiste abriendo paso muy dentro del corazón, hasta convertirte en un bien necesario.

De los malos tragos de la vida, de la venganza del rencor, ya pasado, fue brotando algo creativamente bueno. El más maravilloso de los regalos: el de aprender a convivir con la felicidad que me provocaba tu compañía, aunque tuviera que ser necesariamente intermitente, la mayoría de las veces, muy a mi pesar, muy intermitente.

Me adentré en las aristas de lo prohibido. Te enseñé más de mi de lo que debiera. Y me gustó vivir en el doble filo del peligro.

Pero debí convertirme en laurel, para que no me alcanzaras. 


Y aún así, dejé que me rozaras y ya no pude metamorfosearme del todo. Y ahora ha brotado de la nada, uno en mi jardín, como en el jardín que te descubrí para sorprenderte. Una vez más.

Llené mis palabras de ternura, dulces mimos del intelecto. Me dejé llevar por mis aguas, allá río arriba. Varias veces. Aunque fuera contra corriente. Y cada vez me importó menos dejar al aire mis escamas.

Y aún hoy en día, sin querer que sea así, cada instante de mi pensamiento vuela a tu lado. Porque un buen día puse mi corazón en tus manos, para que lo amaras y lo cuidaras como a algo único. O para que lo despedazaras sin piedad con tus críticas.

Y elegiste...

Ya van pasando los años. Pero sigo sin tener muy claro, de que matiz es el color de tu elección.