jueves, 13 de septiembre de 2012

Yones, lindo gatito.

Ay gatito, gatito, no me maulles, que me pongo sensible.

Cuando llega la noche, el nuevo gato de los vecinos, se pone a maullar, suave, pero muy persistente. Sus maullidos suben poco a poco de volumen. "Me han dejado sólo, tengo hambre, estoy triste sin compañía", parece que me cuenta. Y me siento identificada con su condición de gato desamparado y me uno a sus maullidos lastimeros.

Yo le escucho y me voy ablandando por momentos. Saltaría la valla y me iría a cogerle en brazos, si eso a este gato independiente le gustara. Y si estuviera en condiciones físicas de estar saltando tapias, que hoy por hoy no es el caso.

Su antecesor en el cargo, desapareció de buenas a primeras. Varios carteles con su foto llenaron el barrio, pero pasaron los días y para desconsuelo de L., su dueña, no apareció... Al final, en su amor incondicional, encontró sustituto. Ains, que poco le duró a L. la pena por la pérdida felina, que rápido encontró a quien darle su cariño, si a otro de pelaje parecido, también marrón claro, romano, de tiernos ojos de gato necesitado de mimos. 

Y de vez en cuando, por necesidades del guión, te dejan solo y tu lloras tu soledad con suaves maullidos que me enternecen el alma. 

¡Ay!, para mi que todos los gatos son ya como el Yones de la teniente Ripley en Aliens, igual de dulces y de enigmáticos, que lo mismo te pueden ofrecer su dulce ronroneo o darte un zarpazo y dejarte marcadas las garras en el brazo.

¡¡Ay, gatito, gatito!!, ya te pasaré la mano por el lomo cuando te pille..., ya verás que puedo ser tan dulce como la rapada Sogourney.

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