viernes, 28 de septiembre de 2012

¡¡Premio!!

Es increíble. Empecé a escribir mi blog por un motivo muy concreto y no esperaba ni mucho menos tener audiencia ni en suelo patrio, ni al otro lado del mundo.

Ya lo de los premios me descoloca del todo. Directamente, me suben el ego agradablemente, eso si, pero no dejan de sorprenderme y mucho.

He recibido otro (la verdad es que hace días de ello), de manos de Jesús (http://instantesquesecruzaneneltiempo.blogspot.com.es) y es este:



¿A que mola? pues claro. Así que ahora me toca contar 7 cosas sobre mi y luego pasarlo a 7 blogs. Venga, vamos a ello:

1. Soy muy maniática con el orden y la limpieza. Me voy relajando con los años, pero los primeros años de convivencia conmigo fueron un poco la prueba de fuego de la paciencia. Ahora con 2 hijos dedicados casi en exclusiva a desordenar y manchar sistemáticamente todo, sufro (no siempre en silencio) y me pongo muy nerviosita. Debería darle menos importancia a como esté mi casa, pero ¡¡¡no puedo, no puedo, no puedo.!!!. Debo llevarlo en los genes, porque mi madre y mi abuela eran igual que yo. Se me rompe el karma si hay desorden.

2. Tengo una estatura "reducida". Me gusta pensar que no soy bajita, sino que estoy concentrada (como la sopa en cubitos) y eso me plantea problemas muy tontos, como no poder comprarme ropa que está colocada en estanterías altas, solo porque no puedo cogerlas y probármelas y me da vergüenza pedir ayuda porque yo no llego. Si a eso le suma que me gusta ir a comprar sola, ya os podéis imaginar el resto. Ya se que es una tontería, pero a mi me fastidia. Otra cosa es como veo las exposiciones de pintura cuando la iluminación está calculada para gente de estatura media, al resto, que nos zurzan. Me molestan los reflejos de los focos desde mi 1,5x m... Otra tontería, lo se, pero yo veo el mundo desde otra perspectiva. Quien se ha venido conmigo de museos, lo sabe y hay quien se agacha para ver lo que yo veo desde mi altura.

3. Me apasiona la lectura y cuando tenía más tiempo del que ahora me deja el "modo madre" deboraba todo lo que caía en mis manos, desde Eurípides a Maquiavelo, pasando por Perez Galdós y Agatha Cristie. De todo, palabra. A veces sin criterio. En mis estanterías hay de todo un poco. Son tan eclécticas como mi personalidad. Y no me gusta prestar libros, porque luego no me los devuelven y algunos ya no se editan. Lo que no prestaría nunca sería mi colección original de las tiras de Mafalda, ¡¡¡¡eso si que no!!!!!.
Y por supuesto guardo el primer cuento que me regalaron.

4. Mi color favorito es el azul, en todas sus variantes, así que este premio me gusta mucho, mucho.

5. Soy muy impulsiva para algunas cosas, me lanzo a veces sin pensar en exceso en las consecuencias. Y lo que me prepongo, si sólo depende de mi y de mi esfuerzo, casi siempre lo consigo. Pero en otras cosas lo pienso todo mucho, a veces demasiado y creo que pierdo la oportunidad de disfrutar de determinadas situaciones y vivencias, por plantearme dudas, re-plantearmelas y volvérmelas a plantear.

6. Me encanta la fotografía en blanco y negro. Creo que capta de una forma diferente los espacios y las expresiones de los rostros humanos, dotándolos de una magia especial. Me gusta hacer fotos en B/N, que guardo con cariño e infinita paciencia para mostrar cuando llegue el momento de ser mostradas, explicadas y  comentadas. En casa, los pocos cuadros que hay son fotos en  B/N de los sitios en los que me he sentido especialmente feliz y una foto de cada uno de mis dos hijos.

7. Cuando sea viejecita voy a vivir frente al mar. Voy a pasear descalza por la arena y no me va a importar el tiempo, sea mucho o poco, lento o rápido.

Y ahora paso el premio "Seven things about me" a:

Mairló (la chica que comía margaritas) -- http://suguscafe.blogspot.com.es/
Batallitas de mama --  http://batallitasdemama.blogspot.com.es/
Como no ser una dramamamá - http://www.comonoserunadramamama.com/
Mi mama me canta -- http://mimamamecanta.blogspot.com/
La lonely mama -- http://lalonelymama.blogspot.com.es/
La madre de mi marido y yo -- http://lamadredemimaridoyyo.blogspot.com.es
Aventuras de papás prematuros, nuestra vida con Ariadna -- http://aventurasdepapas.blogspot.com/

lunes, 24 de septiembre de 2012

Puro amor.

¡Te quiero mucho!,  me dice mi niño cuando entro en su habitación a las 06.05 a.m. porque segundos antes ha estado gritando como un poseso:  "mami, papiiiiiiiiii,..., bibbiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii".
Minutito arriba, minutito abajo esa es la hora en la que suena la alarma de mi móvil (no tengo, ni quiero despertador).
Le doy su primer desayuno del día (suelen ser dos) y mientras, me visto. Cuando vuelvo, me mira con arrobo y agradecimiento.
No puedo salir de la habitación sin un abrazo intenso. Varios besos después y una vez intercambiadas varias caricias mutuas, me voy a hacer lo mismo con su hermana, que duerme pausadamente.
Su cara es tan suave, toda ella es tan pequeña y suave que no puedo evitar sobrecogerme de ternura, mientras la miro y simultáneamente acaricio sus mejillas.
Recojo un mechón rizado tras una de sus orejas, sonrío recordando lo minúsculos que eran sus primeros pendientes. La doy otro beso y se me olvida el tiempo deshaciéndome en caricias con ella.
Son niños a los que les gusta el contacto físico. Y yo disfruto de esa disponibilidad que se que no será eterna.
A veces el "rizos" me asalta en medio de la tarde, me abraza y me pide una dosis de amor maternal, que doy gustosa.
Mi "pitu", para no ser menos ella que su hermano, si ve que este me acapara a abrazos, hace lo propio: "un beso,yo, un beso, te voy a dar un beso" (insistente una y otra vez, es muy insistente) y cuando me agacho para recibir mi dulce premio, me da un beso, suave, muy suave y me dice "y un apazo" (=abrazo).




Y me rodea con sus finos brazos, brazos de junco frágil, pero todo fibra ultra-resistente.
Simples demostraciones de amor. Simple, como su cariño. Inmensos, cada uno a su manera en entregar el corazón.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Solomillo a la pimienta.

Ya es una realidad. Se acabó. El calor cede terreno, los días son más cortos, las camisetas de tirantes y las sandalias se guardan hasta el año que viene.

Hemos sacado las mangas que nos taparan los codos y los tonos de las ropas se truecan en grises de tarde de octubre.

Mis articulaciones no engañan, llevan días avisándome y yo haciéndome la loca sin querer oír lo que me gritan: ¡¡frío, frío, fríoooooo!

Se acabaron las noches de patio sentada frente al teclado, rodeada de velas anti-mosquitos que no han evitado que me acribillen los bichos. Noches de luces tenues a ras de suelo, música de Mozart y olor a romero. A solas con mi imaginación y mis más que abundantes neuras.

Este verano los patios vecinos han guardado un discreto silencio. Poca gente, pocas cenas al aire libre, poco ruido nocturno una vez que se dormían mis hijos.

Nos ha extrañado la falta de bullicio que nos encandiló los primeros años. La crisis o la desidia han debido ser los responsables.

Hemos visto crecer las ciruelas en el patio colindante, las hemos visto madurar y con desolación vemos como se pudren al sol y ahora al frío.

Hemos hecho la que casi seguro será la última barbacoa. Carne muy tierna y sin apenas grasa, con sabor a tiempo perdido que ya no vuelve.


El sol de la mañana ha sido enmascarado por nubes que anunciaban lluvia. El olor a tierra mojada se ha hecho más patente a la hora del postre.

Al final se ha puesto a llover y el café se ha degustado con pena en el interior.

Es hora de caldos, sopas y cremas en lugar de refrescantes gazpachos y variadas frutas veraniegas.

Aún me resisto a no usar alguna noche más las tumbonas del patio, para ver estrellas trasnochadoras. Todavía no hay orden de recoger y apilar, pero cada vez queda menos para hacer sólo vida de hogar.

Las leves gotas han apagado las brasas, ya no queda fuego. Nada de nada.

El interior se ha vuelto por sorpresa aún un poco más oscuro. En verano para que no entrara excesivo calor y ahora, para que no nos persiga el inminente otoño.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Como ser un ángel (Manual del amigo/a perfecto/a).

Siempre he sentido más afinidad con el género masculino y mis mejores amigos han sido hombres o proyectos de ello.

En el cole, las niñas me parecían una panda de cursis y me resultaba más divertido jugar tirada en el suelo a las canicas y las chapas, con los niños del barrio, con mis pantalones y mi pelo corto, en lugar de vestidos de flores rosas y tranzas rematadas por lazos.

En el instituto, me apunté al campeonato de ajedrez y fui la única fémina, porque las conversaciones eran más entretenidas que hablar de ídolos musicales masculinos con mis compañeras de clase.

En la facultad tuve pocas amigas, pero si varios amigos con los que debatía sobre lo divino y lo humano y sobre el sexo de los ángeles.

En mi trabajo actual, la plantilla del departamento donde estoy es 100% femenina, así que hablo muy poco y echo mucho de menos a mi ex-compañero, que para mi desgracia cambió de departamento.

Hay gente que piensa que un hombre y una mujer no pueden ser amigos, porque siempre hay atracción física entre medias que lo complica todo, pero yo considero que son los que mejor te pueden aconsejar de verdad  si lo que llevas puesto te sienta bien o mal, sin herir ni ser despiadados, ni cínicos. Los buenos amigos (o amigas), son los que se van contigo de compras, te miran con ojos críticos y llenos de cariño te dicen que esos pantalones que te quieres comprar te quedan horrorosos y te aconsejan que pruebes con una falda.

Los amigos de verdad, te esperan a que salgas de la peluquería, te miran de frente, te miran de perfil y te dicen que te queda muy bien ese corte de pelo, que te favorece con las facciones de tu cara o que la próxima vez no te dejes dar mechas tan rubias.

Un amigo-a es el-la que te "regaña" sin levantar el tono de voz, te pone los puntos sobre las "ies" si te estás pasando, si estas siendo injusta con tus juicios salomónicos y cuando has terminado de desahogar tu mal humor, te dice (en sentido figurado): "y ahora cállate ya, que me vas a oír..." y te da el razonamiento justo, ese que tu piensas desde hace un montón, pero que no te has atrevido nunca a poner en palabras...

El amigo perfecto (o amiga), te aconseja cuando cree que te estás equivocando, pero no te juzga cuando claramente ya te has equivocado de camino. 

La amiga, la de verdad, deja su hombro a tu disposición indefinidamente, para cuando necesites apoyarte en el. La que se alegra casi más que tu cuando tienes que contarle una buena noticia, aunque sea sobre una nimiedad.

Es el que espera a que hayas cometido el error que querías cometer y no te para los pies antes, porque sabe que vas tan ciega, que nada te hará parar. Y una vez que vuelves llorando después del golpe, te seca las lágrimas para que vuelvas a ver bien lo que tienes delante y luego te regaña como una madre, con firmeza, pero con dulzura.

El que se muerde la lengua, cuando lo que le pide el cuerpo es completamente lo contrario. Pero no por eso deja de hablarte.

Es el/la que te escucha sin cansarse, el que no te interrumpe aunque se aburra de oír siempre lo mismo. El que sólo con el tono de voz ya sabe si estás bien o no, si te domina el cabreo, que sabe si estás contenta o te duele el alma de tanto aburrimiento.

El que te mira a los ojos y ve mucho más allá del cansancio o la falta de sueño.

La amiga perfecta, es ese ángel que lleva años de amistad, a pesar de haberla dejado sola en el pasado, para salir corriendo detrás de un chico que tu pensaste que era el perfecto aderezo a tu vida. La que hablas con ella con menos frecuencia de la que te gustaría, pero que en cuanto suena el teléfono y oyes su voz, sabes que sigue siendo tu amiga, incondicional. La que te quiere y te apoya, infinitamente. La que tiene una caja de pañuelos esperándote para cuando los necesites. La que ríe con tus payasadas. La que rebate tus argumentos absurdos, pero respeta totalmente tus opiniones. La que nunca te falla, aunque estés de un ánimo insoportable.
La que te vuelve a llamar una vez más, para asegurarse de que realmente estás mejor de ánimo que cuando colgó el teléfono, sabiendo que tu ánimo estaba mal en ese momento.


La amiga o el amigo perfecto es el que permanece a tu lado pase lo que pase, seas como seas, una auténtica bruja o un ente desamparado y necesitado de amistad, pero de la buena. Esos son los verdaderos ángeles, arcángeles, principados, poderes, virtudes, dominios, tronos, querubines y serafines, todo en uno.
Todo el cielo condensado en ser (humano).

jueves, 20 de septiembre de 2012

Samaritana.

Es media tarde, la lavadora está centrifugando. El rizos está dormido. La "Pitu" está entretenida con sus juguetes. Yo estoy colocando unos papeles en la buhardilla.
Suena el timbre de la cancela ¿quién será?
- "Mamá, ¿quién viene?, ¿es papá?", dice mi niña. Tenemos pocas visitas, así que no concibe que pueda venir a casa alguien así por las buenas.
-  "No se, no lo creo, está trabajando", contesto mientras bajo los escalones.
Bajo. Insisten en el timbre y descuelgo el teléfono del portero automático.
- "Hola, soy B., ¿me abres?".
-"Claro, mujer, pasa".
- "Es que A. (su santo) se ha quedado sin batería en el coche, se tiene que ir a trabajar. ¿Puedes acercarte con el coche y que cargue la batería con el tuyo?
- "Por supuesto, eso es fácil". 
¿Fácil?, si no tengo ni idea, en mi vida he cargado una batería de coche. Pero para chula yo, así que pre-supongo que su A. si sabe lo que hay que hacer, porque si no, vamos listos.
Para empezar, aunque el coche de mi santo está aparcado a la puerta, valoro las opciones:

a) no se donde están las llaves de su coche (cambian "solitas" de sitio aleatoriamente y no estamos para              andar con jueguecitos de buscar llaves).
b) aunque las llaves vinieran a mi, no se cómo se abre el capó. Si, eso suena a ser una inútil, vale, lo reconozco. Por otro lado, pre-supongo que todos los coches tienen batería (y si no es así, es que soy más ignorante de lo que pensaba).
c) no me gusta conducir el coche de mi santo, aunque se que es útil saber conducir cualquier tipo de coche por lo que se pueda necesitar.

Descartado usar el coche de mi santo, que sería lo más fácil y rápido, la única opción que queda es el mío. Pero..., está en el garaje.
¡No problem!, se saca y listo.
Ala, vamos a buscar las llaves del bolso. Subo otra vez las escalera. Bajo otra vez las escaleras, pero con las llaves en la mano. A todo esto, tengo unas pintas de "maruja desaliñada" que asustan, no aptas para salir a la calle, ni siquiera a la mía, pero..., no estamos como para perder tiempo. ¡Rápido, rápido!.
-"Por cierto, A. tiene pinzas" (pues menos mal, porque no sabía que íbamos a necesitarlas, mira que soy... ¿torpe?)".

Y allí me he ido yo. He sacado el coche del garaje, sin atropellar a nadie y sin que ningún coche me lleve por delante. Me he puesto en paralelo con el coche de A., por supuesto obstaculizando el tráfico de todo el barrio. Y he parado el motor.
- "Hola A."
- "Hola ¿para que paras el motor, mujer?"
-"Ah, ¿que no hay que pararlo?, es que es mi primera vez en estas cosas".
- "Anda, abre el capó que yo pongo las pinzas" Abrir el capó ¿cómo, si ahora no me acuerdo?, menos mal que al final lo he conseguido sin poner cara de tonta.
- "Anda, hija, acelera cuando te lo diga".
Jo, lo que estoy aprendiendo en pocos minutos. Yo que no estoy segura de que todos los coches necesiten batería...
Hemos, perdón A., ha cargado la batería y me he vuelto a mi casa con la sensación de haber hecho la buena acción del día, como lo de ayudar a ancianitas a cruzar la calle, pero sin ancianitas. Pero con la firme convicción de que son muy, pero que muy torpe.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Guapa?

Ayer me fui de compras (jijijiji). Eso de que mi rizos haya dado un estironcillo y le quede la ropa demasiado ajustada me dio la excusa perfecta para sacar las llaves del coche del bolso y salir a comprarle trapos para el ya tan cercano otoño: ropa interior (ya tendrá edad en la que se compre sus propios calzoncillos), un par de pantalones de chandall, unas sudaderas y un pijama gordito y colorido, para sus noches destapado, dando mil vueltas en la cama. En definitiva, cosas cómodas y prácticas, que se le quedarán pequeñas en un visto y no visto.

Ya metidos en jardines y teniendo en cuenta que se me está acabando la hidratante de día (con factor de protección solar, para esas estupendas manchas que se oscurecen con la luz veraniega mi cara), me fui a mi tienda habitual para esos menesteres.

La vendedora (nueva) me miró, sonrió cuando le dije lo que quería y antes de darme el producto, me recomendó que para mi edad YA necesitaba otra cosa. No me lo podía creer, acabada de descubrir que en realidad soy de la época de los faraones. ¿se notará mucho?.

Como estoy muy, pero que muy zen, le pregunté: "¿y que me recomiendas?". No se para que se me ocurre preguntar esas cosas. Pese a que yo esbozaba una sonrisa, por dentro me la imaginaba en una piscina de tiburones hambrientos.

Lo dicho como estoy muy zen, muy espíritu positivo toda yo, la seguí hasta el expositor de las hidratantes. ¡Qué universo!, en estas cosas si que hay que hacer un master, intensivo a ser posible.

Se me empezó a desdibujar la sonrisa cuando me recomendó una crema para anti-age; ¿será bicho?, pensé mientras, toda cínica yo seguía sonriendo. ¡Cómo si los años se quitaran a base de cremas con olor a manzana!. Me empezó a  hablar de rellenadores de colágeno para arrugas profundas. Me alarmé ¿de verdad, que yo necesito de eso?.

Debí de torcer el gesto, porque me dijo, así como para arreglarlo, que las mías eran de "expresión". ¡Toma ya!. "Soy todo luz, nada me afecta", repetía yo como un mantra en mi interior, mientras mi boca decía: "Si, es que afortunadamente yo SI sonrío mucho" (borde), esto lo pensé, pero no lo dije.

Me decanté con la "cojocrema", alisadora, revitalizante, efecto lifting, vamos, que te la das y te transformas en "super-diva-divina de la muerte". De vuelta a la caja, me suelta: ¿no necesitas una mascarilla con efecto resplandeciente?.

Respiro, toda zen, mucho zen, mucha luz en mi interior y la miro, de la forma más dulce que fui capaz de mirarla.  O sea, que no sólo tengo arrugas profundas que es mejor rellenar con colágeno (o con cemento, si ya puestos...), ¿además, tengo la cara apagada? pero, ¿que tiene la mascarilla? ¿bombillas de led?
"Es que están de oferta, 2 X 1". ¡Ah, vale, es que tienen excedentes en el almacén, no es que lo esté pidiendo a gritos mi cara!

Declino el amable ofrecimiento, pero la muy ca...pacitada vendedora me tienta con hidrante corporal. "No, muchas gracias, que no lo necesito por ahora" (vamos, maja, que me tienes "suavecita" con tus comentarios).

En fin..., nos dirigimos a la caja, saco la tarjeta de crédito para pagar la crema que me va a convertir en una diosa de la belleza del mundo-mundial. Me cobra ¡bien, ya estamos acabando con este suplicio! y me da un folleto que me permitirá disfrutar de una sesión de maquillaje gratuita. ¡Toma ya, toma ya y toma ya!, además de "arrugada y apagada", encima no me se maquillar.

No se si llorar o morderla en la yugular. No, estoy muy zen, "soy toda luz y nada me afecta", me repito hasta la saciedad. Me regala, muy amablemente unas muestras de pinta labios mini. ¡Ay, y yo pensando en como matarla, sin con dolor o con sufrimiento!.

Salgo de la tienda con una sensación extraña, no se si debería estar triste por ser como un edificio veneciano (casi hundida) o ilusionada porque a partir de ahora voy a ser luz por dentro y por fuera (voy a resplandecer sin una sola arruga, de "expresión" y voy a estar lo siguiente a guapa).

Y lo malo de estas cosas, que voy meditando en silencio en el coche mientras conduzco, es que siempre acaban de la misma manera: atracando la caja de los bombones. Anoche se acabaron las existencias. Y encima ya no estoy tan zen.

martes, 18 de septiembre de 2012

Respira, respira.

Hay veces, cuando te falta el oxígeno, cuando ves que el aire no llena tus pulmones y tus latidos se vuelven agitados y duros, que necesitas sentirte rodeado de naturaleza.

Ver como las copas de árboles centenarios se mecen por el viento, te ayuda a tranquilizarte y a tranquilizar tu mente. A aplazar decisiones inaplazables y a madurar el otoño de lo que vendrá en breve a tu vida.



El silencio sólo roto por la voz de los niños, pocos paseantes en una tarde de domingo de finales de agosto y una fina brisa humedecida por el cercano Tajo. Cañas, patos lentos amodorrados por el calor del final de la tarde, de andares pesarosos, acompañando a pesarosos pensamientos.


Altas copas de árboles, que me hacen sentirme aún más pequeña cuando los miro desde su base.

Luz que se filtra entre sus hojas y la calma, esa calma que me hace sentir como se ralentiza la rabia. ¡Qué no habrán visto estos jardines de El Príncipe!


Un gato salta asustado entre la vegetación que lo cobijaba, mi niño se asusta más que el felino y busca refugio entre mis piernas. Le acaricio el pelo para tranquilizarlo y se abraza aún más fuerte, nervioso. Enseguida sigue con sus juegos, saltando y corriendo divertido. Es tan miedoso como corta es su experiencia en la vida. Sus temores son proporcionales a su estatura, simples, pero para el son descomunales.


Mi independiente hija, está empeñada (y lo consigue la mayor parte del tiempo) en recorrerse sin ayuda las avenidas de tierra prensada. No quiere "no poder" y cae una y otra vez y una y otra vez se levanta, a veces con llanto como música de fondo de sus avances, otras dura, como sólo ella es capaz de ser dura, sin una sola queja, en silencio y sin lamentos. ¡Cuanto tengo aún que aprender de ella!


Dicen que se parece a mi, pero a escala. Y si, pequeñas, menudas y obstinadas, así somos ambas. Nos caemos, pero nos levantamos y seguimos. Avanzamos con paso incierto, pero no dejamos de avanzar. La sigo mientras miro como apoya "en equino", como trata de mantener el equilibrio y como progresa.

La tarde se desliza, yo hago fotos a los haces de luz que me atraviesan como dagas, que me dañan las retinas, que me gustan tanto. Busco silencios, respuestas que no llegan a mis plegarias a gritos, mientras me cuesta no arrastrar los pies, con cansancio infinito de calor que abrasa, que contrasta con el frescor de la frondosa vegetación.


Nos encaminamos a la puerta  para volver a casa y no quiero, quiero quedarme un poco más. Y quiero volver a pasear en buena compañía. Quiero mirar y ver lo que me gusta ver. Quiero sacudirme el polvo que se cuela por mis sandalias, quiero ser "La condesa descalza".

viernes, 14 de septiembre de 2012

El invento Lumière.

Este verano nos hemos decidido y nos hemos lanzado a una pequeña aventura con los niños. Decidimos, perdón decidí (para variar), que ya era momento de que los niños experimentaran la experiencia del cine.

La idea de llevar al cine a una niña con ceguera cortical, afiliada a la O.N.C.E., puede parecer un poco descabellada, pero somos unos padres bastante "inconscientes" y sus limitaciones nos parecen relativas, o sea, que nos planteamos siempre que hay que probar todo tipo de experiencias con ella, porque ya nos ha dado varias agradables sorpresas. A veces creo que tratarla con la mayor naturalidad posible, fijándonos más en lo que si puede hacer que en lo que creemos que no puede, la ayuda a superarse cada día y egoistamente, a nosotros nos aporta cierta normalidad en nuestra vida como padres.

El plan era sencillo: después de su siesta, les dábamos la merienda y nos los llevábamos al cine. Ja-Ja-Ja. Para empezar, ya salimos con una hora de retraso sobre el horario previsto. A la mierda nuestra planificación horaria. Ja-Ja-Ja.

Como el calor era bastante insoportable, el viajecito al centro comercial donde estaba el cine fue la recreación del infierno de Dante, sobre la tierra de la meseta castellana. ¿A quien se le ocurre salir de casa con ese calor? Con 40º de agosto y a las 5 de la tarde. A nosotros (y no fuimos los únicos) ¿qué pasa?

Una vez que llegamos, otra alegría: la sesión no era a las 17.00, era a las 18.15. De nuevo exclamé para mis adentros: ¡¡A la mierda nuestra planificación horaria!!. Ja-Ja-Ja.

Con los nervios a flor de tormenta de verano, me busqué una excusa tonta y dejé a mis hijos y al padre de los subsodichos unos 20 minutos solos, tiempo más que suficiente para dedicarme a uno de mis otros vicios inconfesables: los zapatos. Si, se que no tengo vergüenza (ni la conozco), pero dejé a los tres solos, le di aire a la tarjeta de crédito y me compré unos zapatos monísimos y de REBAJAS, una auténtica ganga. Unas sandalias negras que me hacen cosquillas en los pies al andar, cosa que me encanta.

Todavía me sobró tiempo para dejarlos en el maletero del coche (los zapatos, por favor, que nadie piense mal de mi) y que los niños pasaran por el baño antes de entrar al cine.

Vale, la cara de mi hijo en la sala era de asombro y la de mi hija, de acojone. Al fin y al cabo era su primera experiencia con el invento de marras de los "fratelli" L.


Vale, que me partía de risa viendo como se hundían sus culetes en los cómodos sillones plegables de la sala, pero es que estaban taaaaan bonitos. Con esas miradas de asombro. Tan dulces, con esa inocencia de la primera vez reflejada en sus caras...

Cuando se apagaron las luces, mi niña empezó a asustarse un poco, mientras que mi pequeño se empezó a maravillar con la experiencia del celuloide. Se quedó atrapado y practicamente ni pestañeo durante toda la peli. Me gustó ver sus expresiones, su emoción. Es bonito no perderse esas primeras veces de tus hijos, porque son únicas.

Otra cosa fue la "Pitu", que cuando el sonido aumentaba de volumen, se asustaba y quería escapar. A su pobre padre (ese santo), le tocó salir 2-3 veces con ella, para que se tranquilizara (como tiene "papitis"..., conmigo no quería nada), quería estar con su padre y sentirse protegida por el. Menos mal que pedimos la fila 1, para que pudiera gatear sin peligro de caerse por las escaleras, a sus anchas, sin molestar al resto del público y poder tener espacio para explorar y moverse.

A pesar de todo, me sorprendió lo razonablemente bien que se portaron, dadas sus circunstancias. Como experiencia tuvo su gracia. También pensamos que sería bueno para el niño hacer algo que hacen los niños de su edad, aunque su hermana no disfrutara de la misma manera. Ya bastante condicionada tiene su existencia, por el hecho de tener la hermana tan especial que tiene. No está creciendo con una hermana en las mismas condiciones de normalidad en el desarrollo, como puede sucederle a otros niños.

El crece con alguien a su lado, con una compañera de juegos, que no evoluciona al ritmo que lo hace él y no podemos (ni debemos a mi entender) limitarle las experiencias de las que pueda disfrutar porque su hermana no pueda hacer lo mismo.

Y de "Brave" ("Indomable"), la película de Pixar que fuimos a ver. ¿Que voy a opinar yo? Me gusto y me gustó el corto previo "La luna" (realmente bello). Me sentí totalmente identificada con el espíritu de la pelirroja de largos rizos, de voluntad férrea, peleona y difícil de "domar".

¡Pedazo princesa!

jueves, 13 de septiembre de 2012

Yones, lindo gatito.

Ay gatito, gatito, no me maulles, que me pongo sensible.

Cuando llega la noche, el nuevo gato de los vecinos, se pone a maullar, suave, pero muy persistente. Sus maullidos suben poco a poco de volumen. "Me han dejado sólo, tengo hambre, estoy triste sin compañía", parece que me cuenta. Y me siento identificada con su condición de gato desamparado y me uno a sus maullidos lastimeros.

Yo le escucho y me voy ablandando por momentos. Saltaría la valla y me iría a cogerle en brazos, si eso a este gato independiente le gustara. Y si estuviera en condiciones físicas de estar saltando tapias, que hoy por hoy no es el caso.

Su antecesor en el cargo, desapareció de buenas a primeras. Varios carteles con su foto llenaron el barrio, pero pasaron los días y para desconsuelo de L., su dueña, no apareció... Al final, en su amor incondicional, encontró sustituto. Ains, que poco le duró a L. la pena por la pérdida felina, que rápido encontró a quien darle su cariño, si a otro de pelaje parecido, también marrón claro, romano, de tiernos ojos de gato necesitado de mimos. 

Y de vez en cuando, por necesidades del guión, te dejan solo y tu lloras tu soledad con suaves maullidos que me enternecen el alma. 

¡Ay!, para mi que todos los gatos son ya como el Yones de la teniente Ripley en Aliens, igual de dulces y de enigmáticos, que lo mismo te pueden ofrecer su dulce ronroneo o darte un zarpazo y dejarte marcadas las garras en el brazo.

¡¡Ay, gatito, gatito!!, ya te pasaré la mano por el lomo cuando te pille..., ya verás que puedo ser tan dulce como la rapada Sogourney.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Dunas de arena y sal.

Soy esa brisa que se cuela por las rendijas de tu persiana mallorquina, que acaricia tu pelo y tu piel mientras estás en tu cama.
Te traigo el olor a yodo y a algas marinas, de las profundidades de un Mediterraneo bravío.
Soy la esencia de la vida, del comienzo de los comienzos, en el principio de los días.
Soy quien arremolina la arena formando figuras onduladas en ella. 



Cambiando caprichosamente a mi antojo y tu voluntad, cada vez que tomo contacto con cada uno de tus minúsculos granos blanquecinos, mientras cae la tarde, despacio, lenta como tu mirada. 



Y hago montones contra los catamaranes encallados, desposeídos de velamen.
Acaricio siempre tu cara, cuando te acercas a mi playa, a veces suavemente, a veces azotando sin piedad tu rostro.

Soy quien borra todas tus pisadas sobre la arena, para borrar el recuerdo de tus pasos sobre la tierra.  La que llega para que seas olvidado.

Acompaño a las traviesas gaviotas, que se sirven de mi para abanicar el cielo con sus torpes alas blancas.

Soy quien revuelve tu pelo, lo lía y lo lía todo. Soy la brisa húmeda y salada que impregna tus ropas puestas a secar al sol. La que se cuela por tu fina blusa color turquesa, para refrescarte de tus calores, para inflamarte con mi llama. La que juega con tu nuca, si me das la espalda.

Soy la que ondea en tus blancas velas y las rasgo cuando me enfurezco, para demostrarte mi poder si me desafías.




Llego a tu orilla, formando olas que baten contra la arena, que te mojan y te sobresaltan. Te enfrentas a mi y yo te soplo al oído melodías de míticas Nereidas. Te traigo mensajes de otros mundos, muto palabras en delicadas caricias que recorren toda tu piel salada. Si me escuchas y no solo me oyes, te canto para contener tus lágrimas.

No me ves, pero estoy contigo; camino a tu lado, paseo como tu paseas tu mirada buscando el final de la playa que nunca acaba.




Formo parte de ti cuando respiras al amanecer y en tus travesias nocturnas de solitaria sirena varada tierra adentro. 

He llegado para quedarme contigo, para acompañarte todos los días en los que no tengas quien te acune, para mecerme en tu mecedora blanca, evocando el aroma de jazmines y naranjos.

martes, 11 de septiembre de 2012

¡¡Hola!!

Ya estamos aquí, de vuelta a la vida bloguera y un poquito a vueltas de todo.

No ha sido para contar, más bien para dejarlo correr, porque este año no ha habido nada especial, nada memorable, nada que merezca pasar al rincón de los recuerdos.


El verano ha sido tranquilo, casero, muy casero y muy limpio, porque otra cosa no, pero me he dedicado a limpiar y requetelimpiar la cueva, para tenerla adecentada de cara al invierno que ya se avecina.


No sólo ha hecho mucho calor, ha sido aburrido, soporíferamente aburrido, en líneas generales y salvo algunas situaciones excepcionales, en líneas particulares, también ha sido muy monótono. Practicamente sola con los niños un día si y otra tarde también...


En estos días de parón bloguero, autoimpuesto, mi mente no ha dejado de elucubrar, hora tras hora, he tenido otros "entretenimientos", pero he seguido dando rienda suelta a mi imaginación, a veces creo que demasiado. El resultado igual lo comparto dentro de un tiempo, cuando esté acabado. Ahora si, he perfilado un sueño, que ya no voy a dejarlo dormir en el cajón del olvido eterno. Ha llegado su momento y estoy dando forma, como el alfarero ante el torno, con las manos bañadas en barro y con la idea en la cabeza de como será mi "botijo".


Pero necesitaba desesperadamente parar para tomar impulso. He terminado exhausta, agobiada y sin ningún tipo de energía, ni siquiera contaba con mi tradicional "generador de emergencia para situaciones límite", nada de nada.


Recuerdo la última vez que estuve así: estudiaba, trabajaba, me sacaba el carnet de conducir, salía por las tardes y por las noches, casi no dormía, comía poco y no paraba y acabé como ahora: totalmente desfallecida.


En estos casos sólo me funciona un par de cosas: sentarme a orillas del mar y escuchar lo que me dice...




... o un abrazo de los que hacen que te sientas querida y protegida de por vida, con inmunidad excepcional contra todo tipo de males. Y no hay más opciones para mi cuando estoy en una situación tan crítica.


Y con mis posaderas en la arena, mientras que mis castaños ojos se perdían en el Mediterraneo, he ido notando como poco a poco recobraba las ganas de seguir adelante, con cada embestida marina. He recogido la toalla que había ya tirado y no sólo literalmente y vuelvo con ganas de dar guerra, mucha guerra hasta que gane todas y cada una de las batallas en todos y cada uno de los frentes que tengo abiertos.


Para el que haya pensado que me había rendido y que mi única forma de afrontar los problemas siempre es la evitación, es que todavía no conoce todas mis caras.


De los pocos piropos que me han dedicado a lo largo de mi ya no tan corta vida, el único que me he creído de verdad, pero de verdad de la buena, es el que me dijo hace años una amiga de la infancia: "¡Eres una luchadora!", pues eso, yo como los bettas splendens.