martes, 12 de marzo de 2013

Carrera de esponjas.

Me gusta irme a la cama, "limpia" de todo lo negativo del día. Así que el último ritual antes del pijama y la hidratante de noche, que para eso una ya va teniendo una edad, es el "momento Bañera".

Con los niños durmiendo (todos y cuando digo todos, cuento más de dos), me gusta sumergirme en agua casi hirviendo, sacar la esponja y borrar todo rastro de malos rollos del día. Arrancar lo que se ha incrustado bajo la piel, las tristezas, los nervios, los enfados, las prisas, los gritos y los lamentos. 

Todo, me gusta que se borre todo. De mis brazos, de mis piernas, de mi espalda... Hasta que no queda nada, todo se lo lleva el agua por el desagüe. Entonces, ya puedo salir de la bañera y secarme. Irme a soñar con cosas bonitas y a coger fuerzas para un nuevo día.





Para mis niños, es una vez más el momento del juego, de hacer carreras con las "Natural Sea Sponges", dentro del agua. Les miro y me digo a mi misma que para que tanto juguete didáctico si se lo pasan de maravilla con lo más sencillo, ya sea, con las varillas del ambientador de aceites esenciales, formando construcciones con ellas, o con el papel de las cajas de zapatos. Con el trapo de secarse las manos en la cocina o con las llaves de la puerta.

No necesitan más que algo sencillo y toda su imaginación. Esa que desborda mi paciencia y el orden de mi casa.

Nos complicamos y los complicamos a ellos. No necesitan tanto de lo que tienen y si más de lo que menos les damos: tiempo para implicarnos en sus juegos, en verles desarrollarse como proyectos de adultos que son.

No necesitamos cosas complejas y sofisticadas. No necesitamos caros juguetes ni tecnología punta. No nos sirve de nada si no le encontramos el verdadero sentido al juego: disfrutar de él, no poseer.

Cajas de cerillas vacías y una cuerda de pastelería y podemos tener el más largo de los comboys de trenes. Un par de guantes y habilidad con las manos y podemos hacer marionetas de lana de colores.

Unas ceras de colores y un folio en blanco y podemos dar forma al universo.

Les miro jugar en la bañera a submarinos blanditos y sonrío. Luego yo sola la bañera, con mi propio submarino enjabonado sigo dibujando una sonrisa en mi cara cansada. Los reyes de la imaginación han desbancado una vez más a la princesa de las diferentes ideas, la de pensamientos alternativos, la de la esponja que raspa.

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