sábado, 31 de diciembre de 2016

Operación repollo féliz

Adiós al año de los cambios radicales de vida. Los de ya nada será lo mismo jamás.

Y a pesar de todo me había propuesto no cerrar el año, ni amargada ni triste. Ni contagiar de mi tristeza vital a los que están orbitando en mi misma dimensión interestelar.

Busqué el árbol de Navidad más grande que cabía en mi comedor. Lo adornamos. Llené de adornos la escalera.

Fuimos al campo a recoger piñas. Las pinté y adornamos el jardín de gotas plateadas. Y toda la parafernalia.

Me había propuesto ser un repollo feliz. 


Y aunque por fuera lo aparente, el que sabe mirar detrás de lo que los ojos esconden, sabe la verdad.

Y el tiempo sigue corriendo.Tic-tac-tic-tac.


Tiempo de descuento para seguir buscando la felicidad. ¿A que esperas para rozar con los dedos la tuya?

viernes, 16 de diciembre de 2016

La impronta de los besos

Cuando piensas en el beso con mayúsculas, ese que no podrás olvidar hasta el último de tus momentos ¿en que beso piensas?

¿Recuerdas ese primer beso sabiendo que muchos primeros besos siempre serán memorables?

El beso tierno de tu madre antes de dormirte, con caricia en la frente incluida. El que siempre recordarás como la primera muestra de amor recibida. Esos besos que ahora recuerdas con cariño y tristeza porque sabes que nunca más podrás dar y recibir y ya sólo los tienes en el segundo cajón de la mesilla, el cajón de los recuerdos.

El primer beso apasionado, ese que te dejó sin respiración y casi sin consciencia, ese que te hizo levitar dos palmos por encima del suelo y hacer que se te desdibujara el horizonte. Ese que te hizo perder la noción del tiempo y la realidad. Ese que recuerdas con una sonrisa y con cierta nostalgia.

Y ese primer beso de tus hijos. El que te hizo incontrolar las lágrimas de orgullo. Ese beso que te hizo sentirte a la vez tan grande y a la vez tan inseguramente pequeñita. Que te llenó de babas y restos de papilla la cara. Pero que se pegó a tu corazón con tanta fuerza que no hay nada que lo iguale.

El beso final, el de compromiso y cortesía, cuando ya sabías que eso no era amor y la siguiente parada era la de la despedida.

Los besos de costumbre, esos que se dan en piloto automático y no significan nada. Los que nada unen y solo separan un poco más. Esos que te aburren y te dan tanta rabia, rabia de dar, rabia de recibir.

Los besos de alegría por el reencuentro con una vieja amiga, a la que quieres, a la que aprecias. A la que desde hace años está en tu vida y tu en la suya. 

Esos primeros besos que nunca son los primeros pero que siempre, siempre, siempre, son únicos. En los que te recreas y te refugias. Los que saboreas. En los que te sumerges. En los que te dejas llevar. Esos que anhelas. Los que deseas que se repitan. Esos que disfrutaste de principio a fin cada vez que se han producido, aunque haga ya tanto tiempo, que parece que fueron hace un siglo. O dos...


domingo, 11 de diciembre de 2016

Hijos del silencio.

¿En que momento de la noche la niebla fue creciendo hasta enturbiar los sueños?

Despiertas de madrugada, quizás sean las cuatro o quizás ya hallamos llegado a las cinco, vuelves a hacerlo presa del sudor y de las pesadillas que no recuerdas.

Vuelves a rendir tu cuerpo a lo inevitable, sin un movimiento, porque te aterran las consecuencias. Y vuelves a caer, de nuevo.

El día se inicia otra vez raro. La luz no es la habitual para la hora. Al otro lado del cristal la niebla a invadido cada rincón. Ha dejado mudos a los pájaros.



Los hijos del silencio se desplazan perezosos. Esos mismos que sabes que recorren tus entrañas a cada momento.

¿En que eslabón del tiempo se rompió todo esto?

Vuelves a estar presa de lo que tanto siempre te asustó, sin casi poder defenderte. Todo lo abarca. Todo lo transmuta, convirtiéndote en lo que no quieres.

Cambia tu percepción de la vida y hace que abraces el futuro con recelo. Tamizado por la niebla que ensombrece la mañana, a la espera de que la luz se abra paso poco a poco y te deje ver los matices bajo otro color diferente. Uno que no sea el gris blanquecido que todo lo envuelve.

El frío se ha colado por todas tus rendijas, de pies a cabeza. Y también te ha enmudecido. Porque no tienes más de ti que dar a estas alturas.

¿En que momento se empezó a helar el corazón para convertir a otros en desconocidos al otro lado de la niebla? Heridos de silencio y de distancia.