domingo, 11 de diciembre de 2016

Hijos del silencio.

¿En que momento de la noche la niebla fue creciendo hasta enturbiar los sueños?

Despiertas de madrugada, quizás sean las cuatro o quizás ya hallamos llegado a las cinco, vuelves a hacerlo presa del sudor y de las pesadillas que no recuerdas.

Vuelves a rendir tu cuerpo a lo inevitable, sin un movimiento, porque te aterran las consecuencias. Y vuelves a caer, de nuevo.

El día se inicia otra vez raro. La luz no es la habitual para la hora. Al otro lado del cristal la niebla a invadido cada rincón. Ha dejado mudos a los pájaros.



Los hijos del silencio se desplazan perezosos. Esos mismos que sabes que recorren tus entrañas a cada momento.

¿En que eslabón del tiempo se rompió todo esto?

Vuelves a estar presa de lo que tanto siempre te asustó, sin casi poder defenderte. Todo lo abarca. Todo lo transmuta, convirtiéndote en lo que no quieres.

Cambia tu percepción de la vida y hace que abraces el futuro con recelo. Tamizado por la niebla que ensombrece la mañana, a la espera de que la luz se abra paso poco a poco y te deje ver los matices bajo otro color diferente. Uno que no sea el gris blanquecido que todo lo envuelve.

El frío se ha colado por todas tus rendijas, de pies a cabeza. Y también te ha enmudecido. Porque no tienes más de ti que dar a estas alturas.

¿En que momento se empezó a helar el corazón para convertir a otros en desconocidos al otro lado de la niebla? Heridos de silencio y de distancia.


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