domingo, 27 de agosto de 2017

Hastío

¡Qué bien se está de vacaciones! 

Y cómo se disfrutan esos momentos en los que la prisa se hace a un lado y sólo queda tiempo para disfrutar del tiempo, para satisfacer la voluntad de hacer sólo lo que dicta tu voluntad.

Se paladea golosamente, aunque tenga estado perecedero. Aunque se sepa que es así.

Se archivan las sensaciones en el cajón de momentos a recordar toda la vida, sobre todo si se viven con intensa satisfacción interior.

Y se van. Más rápido de lo que siempre nos gustaría, sobre todo si han sido... un placer o un puñado de pequeños placeres.

Pero llega el momento del retorno a la "normalidad ". Y todo a tu alrededor se torna adverso, sobre todo si te ha sabido a poco.

Y así estoy yo (sin ti, como en la canción de Sabina, más triste que...), sumida en un profundo "no se muy bien como llamarlo", pero "como el perfume del desengaño" (ponle tú la música y los acordes).

Harta de los anuncios de la vuelta al cole y de los coleccionables absurdos de cada inicio del otoño.

Cansada de ir perdiendo día a día el tono moreno de mi piel (bicolor), conseguido a pulso contra los temidos radicales libres que amenazaban con ponerme escarlata.

Me disgusta que cada día haya un minuto menos de brillo solar. 

Me fastidia que cada vez falte menos para Navidad. 

Que otra vez haya que empezar. 

Que volvamos a las extra escolares y haya que ir con hora, con la lengua fuera, a todos los lados. 

Me incomoda tener que volver a sacar del armario los ropajes de colores acordes a la mustia estación.

Me asusta que vuelva el frío y con él, el temible dolor intenso de cada rincón de mis molidos huesos.

Me aterroriza que no haya alicientes ilusionantes en el día a día. Que sólo haya obligaciones de obligado cumplimiento.

Me aburren los programas del corazón donde se suceden hasta la saciedad las noticias de embarazos, nacimientos, separaciones conyugales, tórridos amores de pseudo famosos de medio pelo y disputas familiares de oscuros intereses monetarios. 

Me repugnan las noticias. Y los programas de entretenimiento para mentes vacías de criterios. 

Me producen indiferencia las películas en el que el argumento siempre es la eterna lucha de malos contra buenos, aunque sea con el amor de telón de fondo.

Y todo eso sin que el sonido del mar vaya mitigando mis torvos pensamientos.

Sin que pueda disponer de tiempo para liberar espacio de esta olla a presión que amenaza con explotar si no la libero a través de las palabras, que atropelladas buscan su lugar para darle sentido a todo esto.

Me produce una tremenda indolencia las conversaciones, mantener las buenas maneras y la compostura. 

Y me evado pensando en futuros destinos, en una huida hacia delante, donde no tenga que ocuparme de nada, salvo de sentir.

Como si eso fuera a liberarme de esta sensación que me estremece y donde ya casi nada me importa en exceso.

No sé si esto es lo que se denomina "síndrome post vacacional", pero me va a costar mucho mantener el tipo y que no se note en exceso que lo que siento hace meses es un profundo hastío vital.

Va a ser ... muy duro.


lunes, 7 de agosto de 2017

Chan eil fios agam ciamar a ghairm

Tu que naciste de mi incesante necesidad de crear. Y que de los, siempre pocos momentos compartidos, te fuiste abriendo paso muy dentro del corazón, hasta convertirte en un bien necesario.

De los malos tragos de la vida, de la venganza del rencor, ya pasado, fue brotando algo creativamente bueno. El más maravilloso de los regalos: el de aprender a convivir con la felicidad que me provocaba tu compañía, aunque tuviera que ser necesariamente intermitente, la mayoría de las veces, muy a mi pesar, muy intermitente.

Me adentré en las aristas de lo prohibido. Te enseñé más de mi de lo que debiera. Y me gustó vivir en el doble filo del peligro.

Pero debí convertirme en laurel, para que no me alcanzaras. 


Y aún así, dejé que me rozaras y ya no pude metamorfosearme del todo. Y ahora ha brotado de la nada, uno en mi jardín, como en el jardín que te descubrí para sorprenderte. Una vez más.

Llené mis palabras de ternura, dulces mimos del intelecto. Me dejé llevar por mis aguas, allá río arriba. Varias veces. Aunque fuera contra corriente. Y cada vez me importó menos dejar al aire mis escamas.

Y aún hoy en día, sin querer que sea así, cada instante de mi pensamiento vuela a tu lado. Porque un buen día puse mi corazón en tus manos, para que lo amaras y lo cuidaras como a algo único. O para que lo despedazaras sin piedad con tus críticas.

Y elegiste...

Ya van pasando los años. Pero sigo sin tener muy claro, de que matiz es el color de tu elección.